In dulce jubilo

In dulce jubilo

jueves, 16 de octubre de 2014



PRINCIPIOS PERSONALIZADOS DE UNA VISIÓN PAISAJISTA



Fernando Bazeta se ha convertido en uno de los principales representantes de la temática relacional de la Ría de Bilbao, en su vertiente obviamente industrial e intensamente urbana, al igual que lo están haciendo otros creadores como Jesús María Lazkano, Luis Badosa e Iñaki Bilbao. En cualquier caso, se trata de una apuesta representativa que ha sido abordada por diferentes artistas desde el siglo XVIII con Luis Paret y Alcazar, para encontrar el principal grueso creativo desde principios del siglo XX, con Aurelio Arteta, quien había tendido a declamar diferentes lugares relacionados con barrios obreros del Bilbao industrial, así como los trabajos de Clemente Salazar Echevarría, Ricardo Gómez Gimeno, Adolfo Guiard, Ricardo Iñurria y Alberto Arrue, entre otros. 


La apuesta de todos estos pintores se mueve en el marco de soportes representativos que articulan todo tipo de estructuras referenciales, convirtiéndose en este caso el marco de la pintura en un registro que aglutina una exquisita documentación sobre la transformación espacio-temporal de la Ría de Bilbao, aunque casi siempre encuadrada bajo la idiosincrasia urbana e industrial. Desde principios del siglo XX, numerosos creadores han abogado por un compromiso pictórico-documental, que ha servido como receptor de aquellos momentos y espacios más relevantes de este devenir industrial, fenómeno ya anteriormente acometido por Adorno y Horkheimer, de ahí que no sólo la pintura nos sirva como preámbulo de eclosiones ideológicas, emocionales y autobiográficas, sino que a su vez se valore como premisa de documentación y diagnóstico verídico y legítimo de la realidad circundante. Su valor como introspección histórica queda suficientemente demostrado en su validez referencial, siendo este el trabajo que articula el profesor de Bellas Artes Fernando Bazeta. 


Por otra parte, este artista no ha querido que la Ría de Bilbao sea un simple mediador para un soporte urbano e industrial, ya que su principal envite estético se centra en reivindicar el propio espacio fluvial como el único protagonista, ya que la ría es el único agente que continúa y permanece bajo su incansable ciclo natural, asumiendo la intemporalidad que la propia naturaleza le ha otorgado, mientras que las cimentaciones que la rodean son las que se sumergen en la inevitable variabilidad perceptiva, en otras palabras, lo que contornea el marco fluvial sirve como contenido y subterfugio de un cúmulo de imparables transformaciones temporales, siendo traducidas desde sus apariencias más derruidas hasta la creación de espacios acordes con el propio proceso de modernización de la sociedad del siglo XXI. 


La apuesta pictórica de Fernando Bazeta se orienta hacia una estipulación de neutralidad axiológica, hacia una formalización de intermediario relativo entre una realidad latente y la materialización de una composición artística, de ahí que su producción no se remita a consideraciones estéticas desde una redundancia cromática ni formal, sino que se aboga por una plasmación en base a una visión real y direccionada por disposiciones lumínicas existentes en la realidad que contempla el propio artista, pero sin olvidar que dicha consideración lumínica y, por ende, cromática llega a resultar tan variada como la abarcabilidad de la apetencia visual y anímica. En el uso de las tonalidades cromáticas observamos una incesante inclinación hacia los grises atmosféricos en horizontes que difuminan los detalles lejanos, pero sin eliminar el objeto presencial, recordando las aportaciones pictóricas de Pisarro en sus vistas del puerto de Rouen, así como la recreación de una paleta de ocres propia de Gustave Courbet y Albert Marquet. En este sentido, si algo referencia la producción de paisajes industriales de este bilbaíno sería la dilatada utilización de ocres y grises en unas instantáneas, que por cierto disipan toda presencia humana, a excepción de vehículos dirigidos por conductores invisibles para nuestros ojos. Si su obra invierte las premisas cromáticas de Richard Estes, por otro lado, se aproximan en su negación a toda presencia humana, pero siendo conscientes que a pesar de su impugnación a distraerse en siluetas humanas, todo rezuma a esta presencia por el momento no concurrente. 


El juego articulador entre referencia paisajista y disposición subjetiva empleada por los artistas a la hora de fomentar la propia representación se mueve en un terreno ampliamente extendido, que se impregna desde el extremo de las premisas más hiperrealistas hasta de las procedentes que se aproximan a la recreación abstracta, pero que disponen de pequeños atisbos referenciales. Cada faceta es un marco determinante de cómo se puede llegar a plasmar la misma realidad, pero mediante una combinación contemplativa y materializadora totalmente distante. Aunque el marco sea el mismo y la existencia de dicho espacio sea análoga para cualquiera, nos encontramos con una asimilación y reinterpretación totalmente personalizada, lo que conlleva que dicha realidad aparentemente equivalente para todos se vea descompuesta en miríadas de articulaciones cromáticas, espacio-temporales y disposiciones formales que las pueden hacer absolutamente distantes unas de otras. Retomando ciertas ideas romanticistas de Goethe y Carl Gustav Carus, el arquetipo como fuente inicial de la naturaleza en su representación se descompone en un nutrido grupo de articulaciones particulares y esto mismo es lo que ocurre con la propia visión de un paisaje, potenciándose propuestas diametralmente distantes durante el curso de la creación artística, aunque esta proceda del mismo germen.

Dentro de esta temática centrada en el marco espacial de la Ría de Bilbao, Fernando Bazeta ha generado todo tipo de enfoques desde los más conocidos hasta los ángulos más representativos del espíritu finalizado de la industrialización vizcaína, pasando por ubicaciones que registran perfectamente los procesos de reconversión, transformación y potenciación del sector terciario bilbaíno, ya que como bien vino a comentar Georges Clemenceau: el progreso consiste en el cambio.



Iñigo Sarriugarte

Profesor Historia del Arte - UPV




DESDE UN LUGAR SECRETO



El interés por la representación del paisaje urbano, entendido este como un encuentro entre el caos y el orden en el espacio límite y limitado de la ciudad es una constante que se observa en la trayectoria pictórica de Fernando Bazeta (Bilbao 1965).


En las anteriores series de este pintor ciudades como Bilbao. San Sebastián, Gijón o Paris han sido calibradas y reflejadas intentando buscar miradas nuevas y ángulos diferentes dejando de lado edificios emblemáticos y perspectivas manoseadas.


El acto más típico de un turista al que le agrada una ciudad de la que quiere mantener un recuerdo es comprar una postal con algún motivo típico representativo y comúnmente conocido como medio de posesión o de aprehensión de lo vivido o por lo menos de lo visto. Y en este aspecto, el repertorio de esos lugares está determinado por los sitios más visitados y más mostrados en los medios de comunicación. Pero evidentemente, esta acción premeditada y no tan meditada deja fuera de esos circuitos una inmensa, cambiante, multifacética y sólida realidad. 


Dentro de la practica pictórica repetir ese mismo modelo de actuación, quedarse con lo ya visto, lo ya sabido, en definitiva, lo conocido nos hace repetitivos, y alejándonos de los cotidiano nos vuelve aburridos, nos impide avanzar tanto físicamente, en el propio movimiento de andar,  buscado nuevos espacios como plásticamente, en el momento de manejar y mover  un pincel por una superficie. 


Por lo tanto parece que el autor, en su interpretación pictórica de Logroño, pasea su mirada por esas zonas no tan conocidas, no tan visitadas y considera acceder al ritmo de la ciudad desde un lugar secreto, como a través de una mirilla donde poder observar cómo se comportan los elementos de los escenarios que después de ser desmenuzados y vueltos a componer aparecen en sus obras.


El título del primer cuadro de esta publicación ya nos ofrece una pista y una advertencia sobre lo que vamos a encontrar en las siguientes ilustraciones. "Desde un lugar secreto" nos está marcando la pauta de su mirada hacia la ciudad, una mirada reflexiva que busca sus matices reales, alejados de lo hiperbólico, de lo exagerado.


Y para conseguir este objetivo Fernando Bazeta utilizada una técnica mixta de acrílicos, óleos, temperas y diversos medios sobre papel Fabriano. Según sus palabras, el autor debe saber obtener de cada medio, de cada procedimiento y de su adecuada combinación lo mejor que ésta pueda ofrecer para crear un determinado efecto. En el camino habrá muchos errores, muchas desviaciones que no alcanzan una meta, pero si al final, el resultado perseguido se consigue, todo merece la pena. El atractivo de la luz fría de una madrugada nevada o el movimiento continuo y acerado de una ventisca solo son posibles de atrapar si miramos con franqueza sus particularidades y con determinación los medios técnicos y materiales de los que disponemos.


Reproducir atmosferas creíbles, luminosas y lejanas como en la obra "La tarde va cruzando el cielo" o "Silencio. Nieva" sin duda alguna han requerido del autor una suerte de alquimia pictórica presente en la materia visible del cuadro, es decir, en lo que sucede sobre esa superficie más o menos plana –campo de batalla- donde se mezclan los colores, donde se superponen las veladuras y donde todo acto y movimiento acaba siendo una huella intuida o visible del acabado final. El trabajo sobre las atmósferas y los contraluces, la representación de lo lejano y de lo cercano, los detalles y las grandes manchas son solo recursos pictóricos que se experimentan en la búsqueda de la captura de un determinado momento. 


No parecen las obras de esta serie alejarse de la implicación emocional, sino que por el contrario se aproximan más a interpretaciones subjetivas que dotan a lo representado de unas coordenadas físicas muy reales, en un intento de asentar esa realidad sobre el mapa, sobre la piel de la ciudad que es por donde se mueven ambos, tanto el creador como la persona capacitada para percibir esa creación. Se nota que el grado de credibilidad de las imágenes capturadas es un objetivo importante, ya que de ahí el potencial espectador podrá extraer conclusiones, sentir sensaciones o evocar momentos directamente relacionados con lo que ya  ha visto o conoce pero de otra forma, acercándose más emocionalmente  a ese lugar, a esa panorámica.


En definitiva, me gustaría concluir esta breve reflexión, incidiendo en que es meritorio ser capaz de mirar nuestro entorno inmediato, nuestro habitable mundo contemporáneo con una visión entusiasta a la vez que romántica y porque no, esforzada, pero sin eliminar las estrechas relaciones que mantienen en todo momento con la realidad, con la tozuda realidad por la que caminamos todos los días.    



Ainhoa Rodríguez López
Profesora  UPV/EHU


Pablo's Sala de Arte. C/ Canga Argüelles, 26. Diciembre 2010 y enero 2011


Empecemos por Fernando Bazeta, catedrático de la Universidad de Vitoria que alterna sus quehaceres docentes con la pintura. Nos ofrece una serie de vistas de Gijón, pintadas al óleo sobre tabla entelada o sobre papel Fabriano pegado sobre tabla. 


Este pintor posee una técnica depurada, sabe empastar, se expresa muy bien a través del color, domina cielos y sus reflejos en el agua, difumina edificios en la lejanía o escondidos entre la niebla, le encantan las luces de tormenta y las aceras mojadas por la lluvia. Y ofrece panorámicas nuevas sobre Gijón con una mirada de gran angular, si utilizamos el lenguaje de la fotografía, que llega lejos y engrandece la ciudad. Aquí, Gijón parece Los Ángeles o Nueva York, si no fuera por los rascacielos de la gran manzana. Vistas de mucha profundidad, con variados términos, lo que permite al autor plasmar luces diversas y asentar sombras comparativas. 

Pocas veces cierra la perspectiva con algún motivo pintoresco, como hace en la cuesta del Cholo. No se fija en los monumentos escultóricos de la ciudad, diluye el «Elogio» de Chillida, apenas da un toque a las chapas de Fernando Alba, elude «Nordeste» de Vaquero. También retrata la ría de Avilés y alguna de sus instalaciones industriales ya en decadencia o a punto de ser derribadas. 

Entra así en la nostalgia de unas vidas y situaciones que han dejado una huella en la memoria pero empiezan a desaparecer de la vida real. Le toma el pintor el pulso a esta Asturias de nuestros amores que se ofrece como paraíso natural ante el cambio climático pero vive en el área central urbana.

 JOSÉ A. SAMANIEGO. El diario Montañes




LOS CAMBIOS INVISIBLES



Muy temprano por la mañana. Te despiertas, te levantas. Miras por la ventana como viene el día pero no ves como es el día. Desayunas, sales del portal, avanzas por las calles, cruzas plazas, dejas atrás jardines y sigues sin ver. Tal vez cojas el coche, un autobús o un tren y el paisaje pasa a tu lado rápido y cambiante, pero no te llama la atención. podrías estar ahí o a un millón de kilómetros. Posiblemente te parezca el paisaje de siempre, monótono, aburrido,  inmutable. Sigues sin ver.

Y así continua el día. Y el día siguiente. Y el otro, y el otro.



Muy temprano por la mañana. Te despiertas, te levantas. Miras por la ventana como viene el día... y observas que el cielo tiene un tono gris acerado y que por el horizonte, sobre los últimos tejados se aprecian unos trazos de azul claro. La luz tamizada por las nubes blanquecinas cae suavemente sobre la calle y crea infinitos matices de gris, penetra en las cosas y las dota de un tono especial y diferente. El suelo mojado reluce y refleja el mundo con contrastes oscuros y plateados. Se siente el final del invierno. Es un día como los demás. Es un día único. Estas empezando a ver.



Desayunas. sales del portal, avanzas por calles... que aún retienen el olor del frio húmedo de la madrugada, cruzas plazas donde la luz juguetea sobre las baldosas y dejas atrás jardines que chispean por las gotas de la lluvia de la noche que cuelgan de las puntas de las hojas. Los leves y difusos rayos de un sol oculto dibujan sombras en las ramas que ya muestran brotes de un tímido verde. Ya estás viendo.

Tal vez cojas el coche o un autobús o un tren y el paisaje pasa a tu lado rápido y cambiante... mientras tus ojos intentan atrapar detalles fugaces al otro lado de la ventanilla, chispazos de color, el tono general del día, la intensidad de las sombras. Nunca ha sido, es, ni será el mismo panorama, porque la realidad visible siempre está en movimiento. Podrirás estar a un millón de kilómetros del lugar en el que estas ahora pero es lo mismo, seguirías viendo porque ya has aprendido a ver.



Fernando Bazeta Gobantes. 2013.





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